Yuval Robichek, el israelí que dibuja lo cotidiano con humor y simpleza

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"¿Voy a dibujar una buena idea hoy?" Eso se pregunta frente al espejo, cada mañana, el ilustrador israelí Yuval Robichek (50), quien es capaz de resumir un mundo en una sola imagen. Nacido en Haifa, una ciudad portuaria que le regaló el mar que tanto ama, recorre en bicicleta las playas de Tel Aviv, donde está radicado actualmente, en búsqueda de inspiración para dar vida a sus dibujos. Estos hablan de escenas cotidianas, y se centran sobre todo en las relaciones amorosas, en los ángulos amargos, misteriosos, tiernos de la convivencia.

"Humor romántico". Así podría llamarse lo que hace. "Romántico es una buena palabra, porque también dibujo el mar, y el mar es el lugar perfecto para el amor", le dice telefónicamente a la nacion revista. "Principalmente, me gusta dibujar cosas de la relación entre Él y Ella. La gente debe pensar que mi actitud hacia el amor es negativa, porque dibujo cosas que no van bien, pero las miro desde el punto de vista de un ilustrador: para lograr una buena ilustración tiene que haber un conflicto. Si todo es perfecto, no es lo suficientemente interesante, entonces dibujo pequeños momentos de crisis que ocurren en toda relación", explica, y asegura que él es un tipo optimista frente a todo, y que, si bien retrata dificultades amorosas, siempre deja "un espacio para la risa".

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Sus ilustraciones, simples y distintivas a la vez, provocan una reflexión en el público, por conmovedoras, irónicas o juguetonas. Han aparecido tanto en publicaciones como Forbes, The New York Times, Time Out y los principales diarios de Tel Aviv, como en indumentaria, libros, murales y proyectos de televisión, aunque han sido las redes sociales, como Facebook e Instagram, las que le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia. "El Covid-19 ha hecho mi trabajo más conocido en el mundo, porque mucha gente se ha quedado en casa y ha tenido más tiempo de mirar, así que tengo muchos más seguidores", comenta. El año pasado fue invitado a China a dar una conferencia sobre su obra -Life in Line, cuya versión editada está en YouTube-. "No tenía idea que sabían de mí en China, porque allá no hay Instagram, pero fue mucha gente a verme, porque conocía mi trabajo. Estoy muy feliz de haberlo descubierto", se sorprende.

Las redes sociales, como Facebook e Instagram (@yuvalrob) le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia
Las redes sociales, como Facebook e Instagram (@yuvalrob) le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia

Sin proponérselo, el coronavirus ha gatillado su creatividad: por ejemplo, dibujó a una pareja que se besa furtivamente tras una mascarilla y, también, a un tipo que lanza una bocha con pinchos contra un grupo de personas, que hacen las veces de palitroques, en una pista de bowling. Es algo contigente de lo que no pudo escapar. En todo caso, lo suyo no es la actualidad. Está enterado, claro, de que las cosas han estado agitadas en Israel, por el rebrote de la epidemia y las protestas contra el primer ministro Benjamín Netanyahu, acusado de corrupción, pero no son asuntos que le interese abordar. "No hago temas políticos; quería ofrecer un rincón tranquilo, apartado de todas estas discusiones. Algo que tuviera que ver solo con las personas, con sus vidas o mi vida; las playas a las que voy, que me calman, y las relaciones entre un hombre y una mujer. Asuntos privados, no nacionales", detalla.

Las imágenes de Robichek van directo al corazón. Una muestra: una chica que chequea con la punta del pie, como si se trara del agua de una piscina, la temperatura del lecho en que un hombre espera por ella -¿es conveniente acostarse con él?-. Otra: una mujer y un hombre sobre dos cimas están separados por un trecho de abismo en que se lee Promises. Es él quien forma esa palabra con letras que sopla con una máquina de hacer burbujas. "¿Puede ella confiar en él y pararse en esas burbujas? No hace falta ser un físico, para dudar de sus promesas", analiza Yuval. En una tercera situación, más alentadora, titulada "Alfombra mágica", el amante, en lugar de jurarle a su chica que le bajará una estrella, levanta el mar para que ella pueda surfear.

Hijo de un ingeniero checo y una mujer marroquí, Yuval trabajó proyectando películas en un cine de Haifa -donde se enamoró, sobre todo, de los films de los 70- y se alistó en el ejército, antes de interesarse en el mundo artístico. También probó con la ingeniería, un poco por complacer a su papá, que murió hace unos meses y fue una gran influencia, a nivel personal. "Ese fue un gran error, porque toda mi infancia estuve haciendo cosas que no quería hacer", admite Robichek.

Un buen día, partió a Nueva York, donde se apuntó en Diseño gráfico, en la Escuela de Artes Visuales. "Ahí se me abrió la mente, descubrí la ilustración y me dije: Esto es lo que quiero hacer". Ocurrió cuando llegó como invitado a una clase el director de Arte de la revista Forbes. Para el encuentro, un profesor les pidió a los alumnos que llevaran un dibujo inspirado en un artículo que iba a publicarse. Los trabajos se exhibieron en una pared. El hombre de Forbes fue de inmediato al de Robichek, cuyo estilo no era del gusto de su profesor, quien le dijo al invitado: "¿Vas a llevarte esta basura?", a lo que este replicó: "Sí". Y así comenzó todo.

Tras asistir a un curso de Humor in Arts en la misma escuela, y de trabajar por mucho tiempo como diseñador para otros, Yuval descubrió las redes sociales. "Fue hace siete años. En vez de fotos, decidí mostrar ilustraciones, y me comprometí a hacer y subir una ilustración por día, solo por Instagram o Facebook".

Entonces, ya estaba de vuelta en Israel, se había divorciado -tiene tres hijos veinteañeros- y sentía que tenía muchas cosas que decir sobre el universo de las relaciones. "Así fue cómo el tema se fue instalando. Cada día subo una ilustración, y se han ido sumando cada vez más seguidores", señala el dibujante, que pasa una hora al día respondiendo los comentarios de quienes adoran sus ilustraciones.

Dibujos con vida propia

Aparte del amor, Robichek se aproxima a otros temas. Por ejemplo, en una imagen titulada "Futuro" -por cuyos derechos un comprador pagó muy bien-, un padre y un hijo tomados de la mano caminan sobre la arena. Las huellas del primero quedan detrás; las del segundo van por delante. En otra, unos padres están sentados frente a frente en los extremos de un balancín, que se sostiene, al centro, sobre la espalda de su hijito. "Cada cual entiende mis ilustraciones a su manera. Al comienzo, cuando había gente que lo hacía de una forma diferente a la mía, tenía el impulso de decirles: 'No, no fue eso lo que quise decir', hasta que me di cuenta de que una vez que la ilustración está allá afuera, tiene vida propia. Me dio gusto hacer ese descubrimiento: mis ilustraciones hablan por sí mismas", afirma.

¿Se le pueden acabar las ideas a uno? A eso le tiene miedo este artista. Quizá por ello, lo que más disfruta de su trabajo es el momento en que una buena idea viene a su mente. Cuando aparece, corre a su escritorio, enciende la música, se sienta y comienza a dibujar. "El acto de dibujar es breve, 20 a 30 minutos como máximo. Lo que me lleva más tiempo es encontrar una buena idea, pero cuando llega, se instala una gran sonrisa en mi cara y digo: 'La tengo', y me pongo a trabajar. Dibujo en papel con una pluma negra, porque realmente necesito que la línea salga de mi cuerpo y vaya al papel. Luego escaneo el dibujo en blanco y negro en la computadora y hago el resto de forma digital, más que todo, en Photoshop. Puedo dibujar con mi pluma digital, pero la línea primaria tiene que venir de mi mano al papel".

Robichek traza caras prácticamente sin rasgos. "Dibujo solo las narices, porque las narices muestran hacia dónde giran sus rostros los personajes, en qué dirección. Usualmente no dibujo ojos ni bocas, porque no quiero que las emociones se expresen en sus caras, sino que el espectador las sienta, a partir de las situaciones", subraya. Una de sus imágenes más populares es "Sick of guys" (Harta de los tipos), en que aparece una mujer inclinada vomitando hombres tóxicos en miniatura, mientras otra le golpea la espalda.

Entre las influencias de Robichek se cuenta el fallecido dibujante francés Tomi Ungerer, desde que descubrió su libro The Underground Sketchbook (1964), durante sus paseos neoyorquinos. "Me voló la cabeza, porque sus líneas expresaban libertad; él, que hizo el grueso de su trabajo en los 70, 60 e, incluso, en los 50, dibujaba como venía, sin corregir los errores de las líneas. Lo considero mi mentor, ya que leí muchos de sus libros".

Además de dibujar, Robichek es coleccionista de música -la llama "Strange romance de ayer y de hoy"- y DJ de algunos eventos y de "una especie de estación de radio en Tel Aviv". En su estudio, además, Robichek hace trabajos para agencias de publicidad e instituciones privadas. "Instagram no paga, al menos por ahora, y tengo que vivir", dice, mientras prepara un libro con sus ilustraciones de Ella y Él. "He hecho libros para otra gente, pero ahora estoy trabajando en este libro propio. Será algo que se venderá en tiendas de regalo, como para obsequiarlo en las fiestas", adelanta. Lo tendrá listo en algunos meses, y seguramente, estará repleto de emociones.

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Sus ilustraciones, simples y distintivas a la vez, provocan una reflexión en el público, por conmovedoras, irónicas o juguetonas. Han aparecido tanto en publicaciones como Forbes, The New York Times, Time Out y los principales diarios de Tel Aviv, como en indumentaria, libros, murales y proyectos de televisión, aunque han sido las redes sociales, como Facebook e Instagram, las que le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia. "El Covid-19 ha hecho mi trabajo más conocido en el mundo, porque mucha gente se ha quedado en casa y ha tenido más tiempo de mirar, así que tengo muchos más seguidores", comenta. El año pasado fue invitado a China a dar una conferencia sobre su obra -Life in Line, cuya versión editada está en YouTube-. "No tenía idea que sabían de mí en China, porque allá no hay Instagram, pero fue mucha gente a verme, porque conocía mi trabajo. Estoy muy feliz de haberlo descubierto", se sorprende.

Las redes sociales, como Facebook e Instagram (@yuvalrob) le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia
Las redes sociales, como Facebook e Instagram (@yuvalrob) le han dado una visibilidad global, especialmente en tiempos de pandemia

Sin proponérselo, el coronavirus ha gatillado su creatividad: por ejemplo, dibujó a una pareja que se besa furtivamente tras una mascarilla y, también, a un tipo que lanza una bocha con pinchos contra un grupo de personas, que hacen las veces de palitroques, en una pista de bowling. Es algo contigente de lo que no pudo escapar. En todo caso, lo suyo no es la actualidad. Está enterado, claro, de que las cosas han estado agitadas en Israel, por el rebrote de la epidemia y las protestas contra el primer ministro Benjamín Netanyahu, acusado de corrupción, pero no son asuntos que le interese abordar. "No hago temas políticos; quería ofrecer un rincón tranquilo, apartado de todas estas discusiones. Algo que tuviera que ver solo con las personas, con sus vidas o mi vida; las playas a las que voy, que me calman, y las relaciones entre un hombre y una mujer. Asuntos privados, no nacionales", detalla.

Las imágenes de Robichek van directo al corazón. Una muestra: una chica que chequea con la punta del pie, como si se trara del agua de una piscina, la temperatura del lecho en que un hombre espera por ella -¿es conveniente acostarse con él?-. Otra: una mujer y un hombre sobre dos cimas están separados por un trecho de abismo en que se lee Promises. Es él quien forma esa palabra con letras que sopla con una máquina de hacer burbujas. "¿Puede ella confiar en él y pararse en esas burbujas? No hace falta ser un físico, para dudar de sus promesas", analiza Yuval. En una tercera situación, más alentadora, titulada "Alfombra mágica", el amante, en lugar de jurarle a su chica que le bajará una estrella, levanta el mar para que ella pueda surfear.

Hijo de un ingeniero checo y una mujer marroquí, Yuval trabajó proyectando películas en un cine de Haifa -donde se enamoró, sobre todo, de los films de los 70- y se alistó en el ejército, antes de interesarse en el mundo artístico. También probó con la ingeniería, un poco por complacer a su papá, que murió hace unos meses y fue una gran influencia, a nivel personal. "Ese fue un gran error, porque toda mi infancia estuve haciendo cosas que no quería hacer", admite Robichek.

Un buen día, partió a Nueva York, donde se apuntó en Diseño gráfico, en la Escuela de Artes Visuales. "Ahí se me abrió la mente, descubrí la ilustración y me dije: Esto es lo que quiero hacer". Ocurrió cuando llegó como invitado a una clase el director de Arte de la revista Forbes. Para el encuentro, un profesor les pidió a los alumnos que llevaran un dibujo inspirado en un artículo que iba a publicarse. Los trabajos se exhibieron en una pared. El hombre de Forbes fue de inmediato al de Robichek, cuyo estilo no era del gusto de su profesor, quien le dijo al invitado: "¿Vas a llevarte esta basura?", a lo que este replicó: "Sí". Y así comenzó todo.

Tras asistir a un curso de Humor in Arts en la misma escuela, y de trabajar por mucho tiempo como diseñador para otros, Yuval descubrió las redes sociales. "Fue hace siete años. En vez de fotos, decidí mostrar ilustraciones, y me comprometí a hacer y subir una ilustración por día, solo por Instagram o Facebook".

Entonces, ya estaba de vuelta en Israel, se había divorciado -tiene tres hijos veinteañeros- y sentía que tenía muchas cosas que decir sobre el universo de las relaciones. "Así fue cómo el tema se fue instalando. Cada día subo una ilustración, y se han ido sumando cada vez más seguidores", señala el dibujante, que pasa una hora al día respondiendo los comentarios de quienes adoran sus ilustraciones.

Dibujos con vida propia

Aparte del amor, Robichek se aproxima a otros temas. Por ejemplo, en una imagen titulada "Futuro" -por cuyos derechos un comprador pagó muy bien-, un padre y un hijo tomados de la mano caminan sobre la arena. Las huellas del primero quedan detrás; las del segundo van por delante. En otra, unos padres están sentados frente a frente en los extremos de un balancín, que se sostiene, al centro, sobre la espalda de su hijito. "Cada cual entiende mis ilustraciones a su manera. Al comienzo, cuando había gente que lo hacía de una forma diferente a la mía, tenía el impulso de decirles: 'No, no fue eso lo que quise decir', hasta que me di cuenta de que una vez que la ilustración está allá afuera, tiene vida propia. Me dio gusto hacer ese descubrimiento: mis ilustraciones hablan por sí mismas", afirma.

¿Se le pueden acabar las ideas a uno? A eso le tiene miedo este artista. Quizá por ello, lo que más disfruta de su trabajo es el momento en que una buena idea viene a su mente. Cuando aparece, corre a su escritorio, enciende la música, se sienta y comienza a dibujar. "El acto de dibujar es breve, 20 a 30 minutos como máximo. Lo que me lleva más tiempo es encontrar una buena idea, pero cuando llega, se instala una gran sonrisa en mi cara y digo: 'La tengo', y me pongo a trabajar. Dibujo en papel con una pluma negra, porque realmente necesito que la línea salga de mi cuerpo y vaya al papel. Luego escaneo el dibujo en blanco y negro en la computadora y hago el resto de forma digital, más que todo, en Photoshop. Puedo dibujar con mi pluma digital, pero la línea primaria tiene que venir de mi mano al papel".

Robichek traza caras prácticamente sin rasgos. "Dibujo solo las narices, porque las narices muestran hacia dónde giran sus rostros los personajes, en qué dirección. Usualmente no dibujo ojos ni bocas, porque no quiero que las emociones se expresen en sus caras, sino que el espectador las sienta, a partir de las situaciones", subraya. Una de sus imágenes más populares es "Sick of guys" (Harta de los tipos), en que aparece una mujer inclinada vomitando hombres tóxicos en miniatura, mientras otra le golpea la espalda.

Entre las influencias de Robichek se cuenta el fallecido dibujante francés Tomi Ungerer, desde que descubrió su libro The Underground Sketchbook (1964), durante sus paseos neoyorquinos. "Me voló la cabeza, porque sus líneas expresaban libertad; él, que hizo el grueso de su trabajo en los 70, 60 e, incluso, en los 50, dibujaba como venía, sin corregir los errores de las líneas. Lo considero mi mentor, ya que leí muchos de sus libros".