La pérdida de reservas no fue por culpa del cupo de los u$s200 mensuales

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El chivo expiatorio fue la compra de divisas para atesorar. Si bien algo había que hacer, igual apenas tapó uno de los agujeros del bote cambiario.

A pesar de todo, la economía ha logrado mantener en lo que va del año un aceptable superávit comercial. Además el Gobierno heredó el brutal ajuste del sector externo que inició la gestión anterior tras la debacle y el auxilio del FMI. Así y todo, debió intensificar los controles y restricciones cambiarias. Sobre todo porque la pérdida de reservas del BCRA se perfilaba insostenible. Es realmente una paradoja que teniendo superávit comercial, y superávit de la cuenta corriente y encima “cepo” el BCRA haya estado perdiendo reservas y exista una brecha cambiaria de más del 140%. Pero detrás de todo esto la pérdida de confianza es lo que explica los desbarajustes.

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Las experiencias hiperinflacionarias enseñaron que se desatan por la suba descontrolada del dólar y eso ocurre cuando el BCRA se queda sin reservas y deja mover el dólar. En una economía dolarizada como la argentina en la que la gente piensa en dólares, cuando el dólar se mueve se mueven los precios. Por eso es clave tener reservas. Con superávit comercial y reservas se evitan las hiper en momentos de desconfianza o repudio al peso. Está claro que cuando la gente traslada las presiones a los mercado cambiarios informales, y hay brecha, se crea un incentivo para sacarle dólares al BCRA. Esto se da por varios canales, pero los principales son por el lado de las exportaciones, la demora en exportar, la postergación en liquidar o bien la subfacturación de embarques. Mientras que por el lado de las importaciones, por el contrario, se anticipan embarques, se adelantan pagos de vencimientos de deuda o bien se sobrefacturan compras externas.

En el imaginario colectivo quedó la idea de que todo el embrollo cambiario fue por culpa del cupo para atesorar, o sea, los u$s200 mensuales. Vale señalar que en los primeros ocho meses el Balance Cambiario muestra que el atesoramiento, es decir, la compra de dólares por parte del sector privado sumó menos de u$s2.400 millones. Mientras que al día de hoy las ventas netas de divisas del BCRA totalizan u$s4.021 millones y las reservas internacionales acusan una merma de u$s4.113 millones (un 9,2% del stock total). Más allá que frente a la hecatombe cambiaria había que ir cerrando los grifos por donde se filtraban las reservas y el cupo para atesorar colaboraba en el drenaje, no era la causa principal, sino lo que detonó la desconfianza y la incertidumbre sobre la política cambiaria del BCRA. Esto se ve claramente en la pérdida de financiamiento neto del comercio exterior. Porque los datos de las exportaciones, en el acumulado de los primeros ocho meses del año, muestran que por el lado de los volúmenes exportados no hay señales que reflejen que halla habido retención, y por el lado de los precios que haya habido subfacturación. Por ende al analizar el comercio exterior en términos “devengado” (cuando se embarca) y de “caja” (cuando se cobra o se paga) surge por dónde se fueron las reservas. Al comparar lo ocurrido entre enero y agosto de este año con el 2019 surge que por el lado de las expo el año pasado se embarcaron unos u$s42.200 millones y se cobraron u$s36.500 millones, de modo que financiamos al resto del mundo en u$s5.700 millones. Mientras que por el lado de las impo se compraron u$s34.500 millones y se pagaron u$s21.000 millones, de modo que el resto del mundo nos financió en u$s13.500 millones. Así el financiamiento neto del comercio exterior fue de u$s7.700 millones aproximadamente. Pero este año, la diferencia entre las expo embarcadas y las cobradas fue de poco más de u$s4.100 millones (por caída de las exportaciones en general) mientras que por el lado de las impo, las devengadas apenas superaron en u$s200 millones a las pagadas. De forma tal que el financiamiento neto pasó de u$s7.700 millones en 2019 a ser negativo en 2020 por casi u$s4.000 millones.

Se tiene entonces que el financiamiento neto registró una pérdida cercana a los u$s11.700 millones. Esta fue la principal canilla por donde drenaron las reservas y no el cupo para atesorar. En concreto, fue la pérdida de financiamiento de las importaciones por u$s13.200 millones respecto al año pasado.

Fuente: Ámbito