Murió Larry King, la primera gran estrella periodística de la TV globalizada

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Larry King, quien murió esta mañana, a los 87 años, tras permanecer internado varias semanas a causa de coronavirus en Los Angeles, fue la primera gran celebridad que tuvo la televisión globalizada por medio del cable y del satélite desde una cadena periodística. Antes de él, los grandes entrevistadores de la pantalla chica estadounidense encontraron más allá de su indiscutible influencia una llegada limitada. King se valió de la iniciativa y del liderazgo triunfal que había logrado la cadena Cable News Network (CNN) a partir de la década del 90 para transformarse en el rostro más reconocido de esa señal. Y consiguió a través de ella llegar con su mensaje a todos los rincones del mundo al mismo tiempo.

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¿Cuál era ese mensaje? El del entrevistador curtido en años de radio, capaz de hacer la pregunta punzante, exacta, directa y sin vueltas en el momento oportuno. No tenía los atributos del columnista o del opinador. Sus juicios de valor aparecían siempre encerrados y expuestos en cada pregunta.

Para lograrlo no necesitó más que una escenografía modesta y convencional, una puesta en escena semejante a la de un estudio de radio (con su típico micrófono incluido en un lugar bien destacado) y su presencia inconfundible como el entrevistador al que todos querían responderle. Cuando se despidió en 2010 de Larry King Live, su programa diario en el horario central de CNN, dejaba atrás una marca extraordinaria de 40.000 conversaciones con toda clase de figuras, desde presidentes a anónimos protagonistas de acontecimientos fuera de lo común. Esa lista incluyó también toda clase de políticos, empresarios, hombres de negocios, figuras del espectáculo, deportistas y toda clase de personalidades públicas, cuya palabra adquiría resonancias planetarias inmediatas por el solo hecho de participar de esos diálogos.

Cuando se despidió en 2010 de Larry King Live, su programa diario en el horario central de CNN, dejaba atrás una marca extraordinaria de 40.000 conversaciones con toda clase de figuras, desde presidentes a anónimos protagonistas de acontecimientos fuera de lo común.
Cuando se despidió en 2010 de Larry King Live, su programa diario en el horario central de CNN, dejaba atrás una marca extraordinaria de 40.000 conversaciones con toda clase de figuras, desde presidentes a anónimos protagonistas de acontecimientos fuera de lo común.

Al ser absolutamente consciente de su lugar y del papel que desempeñaba, King no hizo más que alimentar su propia leyenda a lo largo de ese extenso ciclo que duró 25 años y marcó el apogeo de su trayectoria en los medios. Su postura, su manera de hablar (firme, estentórea, precisa) y la imagen que mostraba en cámara fueron herramientas que siempre supo usar en su favor. Todas las características de su estilo fueron imitadas hasta el cansancio en el mundo entero, incluyendo nuestro país. Lo que nadie pudo emular fueron las señas características de la personalidad de King, empezando por su manera de vestir cuando aparecía en TV: recibía a sus invitados sin saco, de camisa, corbata y esos elegantes tiradores que se convirtieron en el elemento más a la vista que lo distinguía del resto.

Fue Jon Klein, uno de los ejecutivos de CNN durante la mejor etapa que atravesó la cadena creada por Ted Turner, quien definió con mayor precisión a Larry King Live. Decía que es uno de los contadísimos programas cuya visión tiene para el televidente el significado de una cita: nunca debe faltarse a ella. En su momento de esplendor, parecía que ese programa nunca iba a terminarse y la influencia de su conductor, estrella indiscutida, jamás se apagaría. Eran tiempos de confianza absoluta en el dominio global de las grandes cadenas periodísticas que habían apostado al cable y de su poder incuestionable como cajas de resonancia de los grandes acontecimientos que ocurrían en un planeta completamente interconectado.

Podría decirse que King fue una de las víctimas más visibles del éxito creado por su propia señal. Había llegado más lejos que nadie como propulsor de la evolución del talk show, mostrando por ejemplo cómo la tecnología lograba en pantalla conectar por primera vez a la perfección distintos lugares del mundo y permitirle a King establecer conversaciones simultáneas con varios interlocutores situados a miles de kilómetros de distancia entre ellos.

Era natural que algo así de a poco se convertiría en la regla de las transmisiones periodísticas, de los programas de entrevistas y de los talk shows. King siguió durante mucho tiempo haciendo honor literal a su apellido artístico (había nacido el 19 de noviembre de 1933 en Brooklyn, Nueva York, como Lawrence Harvey Ziegler) pero al hacerse cada vez más costumbre en todas partes un modelo que antes le pertenecía con exclusividad, su mensaje y su manera de transmitirlo se tornaron cada vez más rígidos. Mientras todo el resto se adaptaba a una evolución inevitable, apoyada inclusive en el modelo que el propio King se había encargado de instalar, el propio fundador se aferraba a las fórmulas tradicionales y quedaba expuesto a un desgaste que las mediciones de audiencia corroboraban con números cada vez más hacia abajo.

En el ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional. King se casó ocho veces y enfrentó durante su carrera más de una complicación legal y financiera.

En su ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional
En su ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional Fuente: Archivo - Crédito: Andy Kropa/Invision/AP

Fue en ese tiempo de ocaso en la CNN, cuando la puerta de salida quedó a la vista en mayo de 2010, que empezaron a salir a la luz algunos detalles de su vida poco conocidos hasta allí en el resto de ese vasto mundo que lo reconocía al verlo todas las noches conversando con famosos.

Su historia

King era hijo una pareja de judíos ortodoxos llegados a Estados Unidos desde Europa Oriental: el ucraniano Aaron Zeiger, dueño de un restaurante, y la lituana Jennie Gitlitz, costurera de oficio. Tuvo que dejar la escuela pública de Brooklyn (y por extensión todos sus estudios) para ponerse a trabajar y ayudar a su familia tras la muerte de su padre, ocurrida cuando tenía nueve años.

Empezó su vínculo con los medios en una pequeña radio de Miami. Allí hizo de todo, desde las tareas de limpieza hasta algunas notas de color dedicadas al equipo local de fútbol americano. También sufrió un arresto por robo en 1971. Llegó a CNN en 1985 y encontró a través de su intuición el primer paso para su reconocimiento estelar. Simplemente se dedicó a mostrar en TV todas las llamadas del público, que hasta entonces tenían a la radio como único destino. Esa perseverancia por darle espacio a las conexiones y a las voces de la gente lo fueron haciendo de a poco inmensamente popular.

Así llegó a su clásico programa de entrevistas, en el cual hacía preguntas de sentido común y lucía un don innato para la comunicación. Nunca quiso ser reconocido como periodista, pero en los encuentros globales que cada año organizaba CNN con la presencia de destacados equipos y figuras del periodismo de todo el mundo, King era la estrella principal de grandes veladas en las que oficiaba casi como una personalidad del stand up. Sus monólogos estaban llenos de anécdotas y momentos graciosos, por lo general surgidos de las bambalinas de sus charlas con famosos y personalidades influyentes. Por su programa, sin ir más lejos, pasaron todos los presidentes norteamericanos desde Gerald Ford hasta la actualidad. No le costó convertirse en la estrella de CNN, conductor del programa más visto de toda la señal durante muchos años.

Una vez que se alejó de CNN encontró espacios en otros medios, aunque sin el mismo alcance. De la mano del empresario y megamillonario mexicano Carlos Slim armó su propio programa (Larry King Now) para medios digitales y satelitales, y después de aparecer en la plataforma Hulu encontró en la cadena de origen ruso RT America otro vehículo para sus apariciones en los medios. También creó su propia productora.

Así lo hizo hasta 2020, cuando sus crecientes problemas de salud y las complicaciones familiares empezaron a condicionar al máximo sus apariciones televisivas. King atravesó muchas enfermedades a lo largo de su vida: diabetes, ataques cardíacos, un quíntuple bypass en 1987, cáncer de pulmón, problemas de próstata y hasta un derrame cerebral. Creó y motorizó la Fundación Cardíaca Larry King, consagrada a brindar ayuda a personas sin recursos para que puedan afrontar sus tratamientos.

También sobrellevó en 2020 el trágico trance de la muerte de dos de sus cinco hijos con muy pocas semanas de diferencia. Andy, de 65 años, falleció tras un ataque cardíaco y Chaia, de 52, dejó de existir por un cáncer de pulmón. Y un año antes, en agosto de 2019, protagonizó un resonante divorcio de su séptima esposa, la excantante y conductora Shaw Southwick, 26 años menor que él y padre de dos de sus hijos.

El drama personal cotidiano y los avatares cada vez más preocupantes de su salud dejaron su huella. Cada nueva fotografía de Larry King era una versión más enjuta de aquella imagen poderosa y triunfadora de la época de esplendor. Hasta sus rasgos más característicos (el gesto firme, la voz grave) fueron debilitándose cada vez más. El coronavirus cerró la vida de quien será recordado como el hombre que hizo frente a una cámara de televisión todas las preguntas posibles.

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Al ser absolutamente consciente de su lugar y del papel que desempeñaba, King no hizo más que alimentar su propia leyenda a lo largo de ese extenso ciclo que duró 25 años y marcó el apogeo de su trayectoria en los medios. Su postura, su manera de hablar (firme, estentórea, precisa) y la imagen que mostraba en cámara fueron herramientas que siempre supo usar en su favor. Todas las características de su estilo fueron imitadas hasta el cansancio en el mundo entero, incluyendo nuestro país. Lo que nadie pudo emular fueron las señas características de la personalidad de King, empezando por su manera de vestir cuando aparecía en TV: recibía a sus invitados sin saco, de camisa, corbata y esos elegantes tiradores que se convirtieron en el elemento más a la vista que lo distinguía del resto.

Fue Jon Klein, uno de los ejecutivos de CNN durante la mejor etapa que atravesó la cadena creada por Ted Turner, quien definió con mayor precisión a Larry King Live. Decía que es uno de los contadísimos programas cuya visión tiene para el televidente el significado de una cita: nunca debe faltarse a ella. En su momento de esplendor, parecía que ese programa nunca iba a terminarse y la influencia de su conductor, estrella indiscutida, jamás se apagaría. Eran tiempos de confianza absoluta en el dominio global de las grandes cadenas periodísticas que habían apostado al cable y de su poder incuestionable como cajas de resonancia de los grandes acontecimientos que ocurrían en un planeta completamente interconectado.

Podría decirse que King fue una de las víctimas más visibles del éxito creado por su propia señal. Había llegado más lejos que nadie como propulsor de la evolución del talk show, mostrando por ejemplo cómo la tecnología lograba en pantalla conectar por primera vez a la perfección distintos lugares del mundo y permitirle a King establecer conversaciones simultáneas con varios interlocutores situados a miles de kilómetros de distancia entre ellos.

Era natural que algo así de a poco se convertiría en la regla de las transmisiones periodísticas, de los programas de entrevistas y de los talk shows. King siguió durante mucho tiempo haciendo honor literal a su apellido artístico (había nacido el 19 de noviembre de 1933 en Brooklyn, Nueva York, como Lawrence Harvey Ziegler) pero al hacerse cada vez más costumbre en todas partes un modelo que antes le pertenecía con exclusividad, su mensaje y su manera de transmitirlo se tornaron cada vez más rígidos. Mientras todo el resto se adaptaba a una evolución inevitable, apoyada inclusive en el modelo que el propio King se había encargado de instalar, el propio fundador se aferraba a las fórmulas tradicionales y quedaba expuesto a un desgaste que las mediciones de audiencia corroboraban con números cada vez más hacia abajo.

En el ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional. King se casó ocho veces y enfrentó durante su carrera más de una complicación legal y financiera.

En su ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional
En su ocaso también se mezclaron los debates ideológicos cada vez más encendidos que afrontaba la política estadounidense desde la llegada a la presidencia de Barack Obama y los problemas personales irresueltos de un hombre que tampoco estaba dispuesto a aceptar una vida tranquila y convencional Fuente: Archivo - Crédito: Andy Kropa/Invision/AP

Fue en ese tiempo de ocaso en la CNN, cuando la puerta de salida quedó a la vista en mayo de 2010, que empezaron a salir a la luz algunos detalles de su vida poco conocidos hasta allí en el resto de ese vasto mundo que lo reconocía al verlo todas las noches conversando con famosos.

Su historia

King era hijo una pareja de judíos ortodoxos llegados a Estados Unidos desde Europa Oriental: el ucraniano Aaron Zeiger, dueño de un restaurante, y la lituana Jennie Gitlitz, costurera de oficio. Tuvo que dejar la escuela pública de Brooklyn (y por extensión todos sus estudios) para ponerse a trabajar y ayudar a su familia tras la muerte de su padre, ocurrida cuando tenía nueve años.

Empezó su vínculo con los medios en una pequeña radio de Miami. Allí hizo de todo, desde las tareas de limpieza hasta algunas notas de color dedicadas al equipo local de fútbol americano. También sufrió un arresto por robo en 1971. Llegó a CNN en 1985 y encontró a través de su intuición el primer paso para su reconocimiento estelar. Simplemente se dedicó a mostrar en TV todas las llamadas del público, que hasta entonces tenían a la radio como único destino. Esa perseverancia por darle espacio a las conexiones y a las voces de la gente lo fueron haciendo de a poco inmensamente popular.

Así llegó a su clásico programa de entrevistas, en el cual hacía preguntas de sentido común y lucía un don innato para la comunicación. Nunca quiso ser reconocido como periodista, pero en los encuentros globales que cada año organizaba CNN con la presencia de destacados equipos y figuras del periodismo de todo el mundo, King era la estrella principal de grandes veladas en las que oficiaba casi como una personalidad del stand up. Sus monólogos estaban llenos de anécdotas y momentos graciosos, por lo general surgidos de las bambalinas de sus charlas con famosos y personalidades influyentes. Por su programa, sin ir más lejos, pasaron todos los presidentes norteamericanos desde Gerald Ford hasta la actualidad. No le costó convertirse en la estrella de CNN, conductor del programa más visto de toda la señal durante muchos años.

Una vez que se alejó de CNN encontró espacios en otros medios, aunque sin el mismo alcance. De la mano del empresario y megamillonario mexicano Carlos Slim armó su propio programa (Larry King Now) para medios digitales y satelitales, y después de aparecer en la plataforma Hulu encontró en la cadena de origen ruso RT America otro vehículo para sus apariciones en los medios. También creó su propia productora.

Así lo hizo hasta 2020, cuando sus crecientes problemas de salud y las complicaciones familiares empezaron a condicionar al máximo sus apariciones televisivas. King atravesó muchas enfermedades a lo largo de su vida: diabetes, ataques cardíacos, un quíntuple bypass en 1987, cáncer de pulmón, problemas de próstata y hasta un derrame cerebral. Creó y motorizó la Fundación Cardíaca Larry King, consagrada a brindar ayuda a personas sin recursos para que puedan afrontar sus tratamientos.

También sobrellevó en 2020 el trágico trance de la muerte de dos de sus cinco hijos con muy pocas semanas de diferencia. Andy, de 65 años, falleció tras un ataque cardíaco y Chaia, de 52, dejó de existir por un cáncer de pulmón. Y un año antes, en agosto de 2019, protagonizó un resonante divorcio de su séptima esposa, la excantante y conductora Shaw Southwick, 26 años menor que él y padre de dos de sus hijos.

El drama personal cotidiano y los avatares cada vez más preocupantes de su salud dejaron su huella. Cada nueva fotografía de Larry King era una versión más enjuta de aquella imagen poderosa y triunfadora de la época de esplendor. Hasta sus rasgos más característicos (el gesto firme, la voz grave) fueron debilitándose cada vez más. El coronavirus cerró la vida de quien será recordado como el hombre que hizo frente a una cámara de televisión todas las preguntas posibles.

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